Yo, soy católica. Me bauticé, hice mi primera comunión y mi confirmación.
He vivido apegada a la creencia de que el ser humano es espiritual y necesita alimentar ésa espiritualidad. Pero también he crecido sabiendo que cada quien comulga con Dios o alimenta su espiritualidad de la forma que entienda correcta.
Mi abuela se levantaba todos los días antes de que saliera el sol para leer la biblia que siempre tenía visible en su casa. Sin embargo, ni ella, ni mi madre o padre me forzaron a creer. Lo que si forjaron en mí fue respeto.
Respeto al que piensa y vive distinto a mi y eso aplica a las religiones.
Conozco testigos de Jehova, Cristianos, Budistas, agnósticos.
Conozco, incluso, a personas que dicen ser ateas y viven más apegada a principios religiosos que muchos que van a misa todos los domingos.
Por eso, me parece discriminatorio e intolerante (más allá de lo anticonstitucional) que se imponga una creencia en particular en las escuelas y colegios cuando, incluso, la más alta autoridad de la iglesia católica ha defendido el modelo de Estado laico, con una sólida ley de libertad religiosa que permita expresar la fe como nos parezca.
Lo lindo de la fe es vivirla, no imponerla.